Entrevista realizada por Enrique Beotas y publicada en El Correo Gallego de 25.4.09.
“Creo en los principios y en los valores. Son los que mueven el mundo. Creo en el hombre: en los compañeros, en los amigos” ·· “Los términos ‘juez’ e ‘implacable’ son antitéticos. El implacable es un mal juez” ¿Dónde nace un gallego? ¿Ser gallego es cuestión de biología? ¿Se hace el gallego…?
Cumplo mi entrevista número doscientos por la Sexta Provincia gallega y continúo buscando las respuestas efectivas a estas tres sencillas pero enjundiosas preguntas. Me adentro en ese triángulo formado por la madrileña calle de Bárbara de Braganza, la del Marqués de la Ensenada y la plaza de las Salesas Reales. Los tres puntos configuran el perímetro de las esencias estatales en ese peculiar mundo de la administración de Justicia. Mi propósito es enriquecer la propuesta de definiciones y algunas otras más. Así que bordeo la Audiencia Nacional, cruzo frente al Supremo y me introduzco en el Consejo del Poder Judicial…
Resulta que José Luis Pego, que es uno de los mayores ejemplos que conozco de esa ciencia denominada “saber escuchar diciendo lo justo”, me asegura que, entre quienes él ha conocido como gallegos no nacidos en Galicia, destaca Manuel Almenar. Me ha dicho que este magistrado, que ni siquiera es gallego por biología, lo es por convicción, educación, decisión y militancia activa… y parece que así lo viene demostrando desde una de las vocalías más activas del Poder Judicial.
Nacido en ese Mediterráneo de atardeceres rojos y piel de primer amor entre cañas, se hizo gallego cuando conoció esa melancolía atlántica de bruma, sabor a sal y herrumbre. Fue en Octubre del 90, al ponerse al frente del Juzgado de lo Penal núm. 2 de Pontevedra. Desde entonces Galicia es una constante en su vida:
Juzgado de Primera Instancia e Instrucción núm. 5 de Pontevedra, Magistrado-Juez Decano de los Juzgados de Pontevedra, miembro de la Sala de Gobierno del Tribunal Superior de Justicia de Galicia, representante de la Sala en la Comisión Informática constituida con la Consellería de Xustiza, coordinador para Galicia de la Comisión de Seguimiento de la Nueva Ley de Enjuiciamiento Civil, coordinador Territorial de la Escuela Judicial para la Comunidad Autónoma de Galicia, miembro de la Red Judicial Española en materia civil y mercantil en el marco en el ámbito del art. 2.1 d) de la Decisión del Consejo de la Unión Europea, representante Español en e l Consejo Consultivo de Jueces del Consejo de Europa, colegiado de Honor del Ilustre Colegio de Abogados de Pontevedra, presidente de la Audiencia Provincial de Pontevedra…
“En Galicia se ha vivido durante muchos años con una economía de subsistencia. Las lindes, el pozo, las relaciones con los demás, las servidumbres… Algo que estaba íntimamente relacionado con el devenir diario de la persona. Es una sociedad profundamente realizada, con un ideal de justicia muy claro que lo representa el juez y el abogado en el que se confía”
A primera vista se le reconoce un tipo seguro, de orejas afiladas y prestas a la acción, de mirada fotográfica, de manos asombrosamente cuidadas… Son las once y nueve minutos en su Seiko de correa amarilla y ya ha limpiado de papeles la mesa. Está al día en esa profesión del “vuelva usted mañana…” que definiese Mariano José de Larra. No me cabe duda, Almenar es un vocacional, decididamente rendido a la profesión que le ha llevado de una punta a otra del país que Gil de Biedma bautizase como el “de los mil demonios…”
“Partir del concepto de solidaridad es clave. La solidaridad son lazos de confianza en los demás. Es compartir lo bueno que tengamos a nuestro alcance y lo malo que otro esté padeciendo. La manera de que las cosas funcionen mejor es compartir una situación de desgracia, es solidarizarte con la víctima”
La carrera del magistrado-juez Almenar es arrolladora. Este “Gal-terráneo”, pese a su síndrome de inquietud anímica, a su curiosidad permanente y a su reflexión sobre la tropa que imparte justicia, ha llegado, como la navaja de Occam, a una sencilla conclusión:
“Tener fe en la Justicia no es más que la confianza en que los tribunales te van a dar la razón cuando la tienes. Es la seguridad de que no te quitarán algo a lo que tienes derecho”.
Voz reposada y discurso elaborado; me recibe al otro lado de la mesa de su despacho. Parece dispuesto a hablar con este periodista descreído del invento nacional de la “infalibilidad” de los jueces, del “equitativo” sistema judicial, de esa patente eterna de “independencia” concedida por oposición…
“Creo en los principios y en los valores. Son los que mueven el mundo. Creo en el hombre: en los compañeros, en los amigos. Eso es lo que me hace seguir hacia delante.”
-¿Jurista y optimista…?
-Es que hay un mañana que siempre será mejor. Saber que alrededor de cada uno de nosotros hay gentes que te escucharán y te ayudarán cuando haya problemas.
-¿Y lo de Galicia?
-Me llevó la vida y le estoy profundamente agradecido. Cuando en el noventa debía ascender de juez a magistrado, no dudé en optar por la plaza de Pontevedra.
-¿Fue una buena elección?
-Le debo a Galicia, a los compañeros y a buena parte de los ciudadanos lo que ahora soy. Han estado en mi formación y en mi evolución para bien o para mal.
-¿Cómo está la sociedad gallega?
-En una transformación continua que se ha acusado en los últimos veinte años. Se partía de una situación de modernidad postergada… Pero ¿sabe una cosa…?
-¿Me va a costar entenderlo…?
-Créame: la sociedad gallega confía en la Justicia…
-¿Por eso hay tantos litigios?
-Esa litigiosidad que excede a la que existe en otros lugares, continúa planteando cuestiones que hace ya tiempo dejaron de suscitarse en otros territorios. En Galicia se sigue confiando en que el juez va a resolver un conflicto sobre aquello que tanto importa: la tierra.
-¿Las dichosas cuestiones de lindes…?
-Durante muchos años, lindes y servidumbres estaban íntimamente relacionadas con el devenir diario de la persona.
-¿Ha visto caciquismo?
-Más bien situaciones clientelares. Se hace un favor con la seguridad de que será devuelto. Ese es el pilar que aguanta un sistema caciquil. La actuación no obedece a una norma de conducta, sino a una relación personal.
-¿Por qué ha ocurrido eso?
-Probablemente por un conjunto de factores que van desde la situación geográfica de aislamiento a las vicisitudes por las que tuvo que pasar Galicia a lo largo de siglos. Eran épocas en las que era necesario confiar en alguien para salir adelante. Con todo, es una situación que se está superando de forma vertiginosa y eficaz.
-¿Cómo es el gallego?
-Tiene una idea perfectamente clara de la Justicia: sabe distinguir entre lo que está bien y lo que está mal. Además, en la lucha por lo que está bien, llega hasta el final. Siempre me llamó la atención que cualquier paisano sabe lo que es un “interdito”… Es más, si ve cualquier situación anómala, inmediatamente avisa de que lo interpondrá.
-¿Hay diferentes comportamientos según la zona?
-La Galicia de la costa es mas peleona porque ha tenido que buscarse la vida fuera. La Galicia del interior está más acostumbrada a vivir encerrada con lo que tiene. Los tipos de pleitos son distintos.
-Me da que fue un niño correcto…
-¿Y eso?
-Lo digo por sus formas y maneras…
-La verdad, fui bastante acomodado a lo que me iban diciendo, si bien, ante la situación de injusticia, siempre me rebelé.
-¿De ahí la vocación?
-Mi padre es abogado, por lo que desde muy pequeño viví gran parte de lo que era su trabajo. Me gustaba estudiar en la habitación contigua a su despacho. De siempre conviví con sus libros, me acostumbré a consultarlos.
-Lo que más le atrajo.
-Vi por mí mismo el tipo de actividad. Me iba impregnando de aquella labor de atender a los demás, de intentar resolver sus problemas. Aprendí a escuchar… En muchas ocasiones, lo que las personas necesitan es desahogarse.
-El arte de escuchar no parece muy extendido…
-Mi padre llegaba a casa muchas veces quejándose porque no se le había atendido correctamente. Recuerdo que en una ocasión me dijo que, con un poco más de atención que hubiese puesto un juez, la resolución del caso habría sido diametralmente distinta…
-Entiendo que es algo similar al ejercicio de la medicina.
-En efecto. La gente acude al médico buscando una solución. Se encuentra indefensa y no sabe cómo abordar eso que le está sucediendo y que no comprende.
-¿Por qué lo de juez?
-Cuando uno cursa la carrera de Derecho, se abre un inmenso abanico de opciones. Yo me percaté de que la mejor de todas ellas es la que posibilita la toma de decisiones.
-¿Fue fácil asumir el vértigo de la responsabilidad?
-Asumí el riesgo de equivocarme teniendo a mi disposición los elementos para poder resolver. En esta dedicación hay una ventaja esencial: te hallas en unas buenas condiciones de independencia para dar la mejor solución, sin depender de un tercero.
-¿La Justicia trata igual al pobre que al rico?
-Formalmente, sí. Sin embargo, en la práctica existen situaciones en las que, aunque la posición de partida pueda ser la misma, la de llegada no lo es necesariamente.
-¿Y eso…?
-Porque la Justicia requiere a veces de la intervención de unos profesionales. No me refiero solamente a abogados, o procuradores, sino a peritos, a técnicos a los que tal vez sea difícil acceder si uno no cuenta con un soporte económico.
-¿Por eso a la Justicia se la representa con los ojos tapados…?
-Bueno, Beotas… Ya sabe que eso es una figura simbólica. La Justicia no debe mirar hacia ninguna de las partes. La venda simboliza el que se resuelva siempre en equidad, procurando establecer lo que es justo, dando a cada uno lo suyo.
-Pero la gente de la calle percibe que la Justicia no sólo parece ciega, sino ausente al día a día…
-La Justicia es parte de la sociedad. No puede permanecer en una torre de cristal. Es imprescindible que esté próxima y la conozca bien.
-¿Es infalible?
-En algún caso se deja llevar por prejuicios o consideraciones ajenas a lo que debe ser.
-¿Entonces la equidad…?
-Es el fiel de la balanza, la última ratio para resolver los problemas cuando no hay otra manera. Normalmente, en una sociedad tan avanzada como la nuestra, existe un precepto que regula cada una de las situaciones imaginables…
-¿Y cuando hay lagunas?
-Tenemos ese último mecanismo que sienta jurisprudencia.
-¿La Ley siempre es inteligente?
-Hay que interpretarla de acuerdo con las circunstancias, de manera equilibrada. Hay que presumir siempre que la Ley es más inteligente que el legislador que la promulgó y, precisamente porque es inteligente, la Ley reclama que se aplique con equidad.
-¿Para interpretarla bien es imprescindible la experiencia…?
-Hay profesiones en las que ese caldo que se va generando con la experiencia diaria queda como un poso importantísimo. Por otra parte, habría que tratar también de buscar mecanismos para compatibilizar la pérdida de facultades físicas con el hecho de seguir siendo profesionales preparados, profesionales que continúan aportando mucho a la sociedad.
-¿Me habla de la prudencia o de la gerontocracia…?
-Deriva de la edad, de la experiencia, de considerar que el juez no está en muchas ocasiones para salvar al mundo sino para resolver los conflictos que le plantean los ciudadanos de a pie. Esta es una carrera en la que, como sucede con la medicina o con el periodismo, nunca se termina de estudiar.
-¿Es obligatoria la formación continuada?
-El juez tiene la obligación ética, moral y profesional del permanente estudio. Hasta el mismo día en que deja la toga, debe estar estudiando. No obstante, ese estudio no es suficiente. Hay que combinarlo con el ejercicio de virtudes como la templanza, el equilibrio, la prudencia…
-¿Firmeza o compasión?
-El equilibrio entre ambas. La Justicia ha de ser firme, mantener los principios y valores básicos. Eso no quiere decir que deba ser una justicia fría… eso dejaría de ser Justicia.
-¿Debo cuidarme de quienes presumen de justos?
-Decía Rafael Sánchez Ferlosio: “…nadie tan ferozmente peligroso como el justo cargado de razón”. La Justicia no puede ceder un ápice en lo que son principios, en lo que son valores de fondo o convicciones. Pero luego, al aplicarse, debe tenerse siempre en cuenta las circunstancias.
-Pero existe el juez implacable…
-Cada vez menos, y espero que termine por desaparecer. Los términos “juez” e “implacable” son antitéticos. El implacable es un mal juez.
-¿Y el juez estrella?
-No sé hasta qué punto nace o se hace. Hasta qué punto se hace por las circunstancias que lo rodean, por los medios de comunicación que lo entronizan…
-¿Y los jueces justos?
-Son la inmensa mayoría. Desarrollamos nuestro trabajo en silencio, con un esfuerzo y dedicación absolutamente plausibles. Dedicamos fines de semana y festivos. Nos llevamos el problema a la cama e intentamos resolver las cuestiones que tenemos encima de la mesa…
-Eso suena poco imparcial…
-Por regla general, el ciudadano que suelta los tópicos habituales sobre la Justicia suele ser quien nunca ha tenido relación con ella. Acuda a los ciudadanos que han tenido tratos con la Justicia, hayan perdido o ganado… La valoración suele ser positiva.
-¿Y la desconfianza?
-Es que la Justicia tiene mucho que mejorar…
-¿En qué?
-En el acercamiento al ciudadano, en la transparencia, en la eficacia.
-¿No se le olvida aquello de que el Poder Ejecutivo no debe invadir ámbitos del Poder Judicial?
-Cualquier poder -y el Ejecutivo no es excepción- tiende a extenderse. Incluso llevado por la mejor de las intenciones, cuando alguien accede a un puesto desde el que cree que puede hacer algo por la sociedad, intenta poner en marcha un proyecto. Por eso existen controles y frenos… normas.
-¿Murió Montesquieu?
-Se trata de buscar fórmulas que garanticen un equilibrio entre la autonomía de cada poder. No creo que hoy en día nos encontremos con un Poder Judicial menos independiente. La Constitución del 78 estableció las pautas para garantizar su independencia.
-Eso no es lo que solemos leer en los titulares…
-En la sociedad globalizada, los medios de comunicación tienen tanta fuerza que cualquier intervención llega en seguida a las tertulias. Muchas veces, las declaraciones personales hechas en el ejercicio de la libertad de expresión se toman por lo que no son.
-¿La función del Poder Judicial?
-Ser garante de los derechos y libertades de los ciudadanos.
-¿Las virtudes?
-Lealtad y confianza en el prójimo.
-¿Qué hizo con sus enemigos?
-Ignorarlos.
-¿Y con los indiferentes?
-Estar a disposición de lo que puedan necesitar. El indiferente lo es por desconocido. Confiamos en quienes conocemos, desconfiamos del extraño.
-¿Llora?
-Por las situaciones de injusticia y desgracia cercanas.
-¿Y ríe?
-Por una situación de felicidad. Me gusta esa risa interior de encontrarte bien con lo que ves y vives.
-¿Ama?
-Con esa mezcla de pasión, de amistad, de lealtad, de confianza, de vivir a través del otro, lo que no significa perder la integridad. Me inspiran esas parejas que, como mis padres, llevan cincuenta años casados y, sin perjuicio de las discusiones del día a día, siguen viviendo el uno por el otro.
-¿Ha visto más odio o amor?
-Más amor. En casa, desde luego.
-¿Y en la sociedad?
-A pesar de lo que digan, también más amor. Lo que ocurre es que trascienden las noticias malas. Lo que hace funcionar a la sociedad es la amistad… El amor, vaya.
Manuel Almenar me asegura que aún cree en los valores en los que fue educado, en una Justicia que proteja a todos por igual, sin atender a la cantidad de dígitos de la cuenta corriente… Que el trabajo bien hecho lleva a la precisión y, por tanto, a la equidad… Y yo pienso que, si en el Poder Judicial hay un gallego que piensa así, es que Kipling continúa vigente:
“Si guardas en tu puesto la cabeza tranquila
cuando todo a tu lado es cabeza perdida;
si en ti mismo tienes una fe que te niegan
y nunca desprecias las dudas que ellos tengan…”.
MUY PERSONAL
-El libro.
‘Diario de Adán y Eva’, de Mark Twain.
-La película.
El Padrino.
-La música:
Jacques Brel, Petula Clark, Los Secretos…
-En la mesa.
Cualquier tipo de arroz.
-Para el olfato.
La hierba recién cortada.
-El lugar.
Los Picos de Europa y Corrubedo.